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martes, 29 de mayo de 2012

CAPRICHOS DE LA HISTORIA


Me dicen que cuando uno es cura tiene muy poco tiempo para estar  con los amigos, para leer, para formarse, para relacionarse fuera de la comunidad a la que es destinado. Me da en la nariz que es verdad, porque también nos dicen que el seminarios es la sala de pruebas donde, más o menos, experimentamos lo que será nuestra futura vida dándonos un poco de cada uno de los campos en los que , sólo Dios sabe cuales, trabajaremos. Lo cierto es que una vez más, descubro que no tengo tiempo para actualizar el blog con cosas que han sucedido y que son sin duda muy importantes para mi vida  y para la de la diócesis a la que pertenezco.

                Una noticia triste: se nos ha muerto Luis. Todos los esperábamos, pero precisamente porque era Luis, porque llevaba 30 años de Vicario General trabajando sin descanso, nos parecía que ni el cáncer de pulmón que le diagnosticaron en diciembre de 2010 iba a poder con él.

                Mi relación con Luis no fue un camino de rosas: no compartíamos casi ningún criterio y teníamos formas distintas de ver la pastoral y otros asuntos diocesanos, pero desde el día de su entierro y gracias a las palabras de nuestro Obispo Mons. Benavente, descubrí que habíamos perdido un gran cura, que a su estilo, había entregado hasta el ultimo momento de su vida en favor de esta Iglesia nuestra de Albacete.

                En el transcurso del entierro hubo una estampa especialmente emocionante: D. Ciriaco, con esa generosidad que le caracteriza y atento al invitado , invitó a Monseñor Victorio Oliver, obispo que fue de Albacete y emérito ahora de la diócesis hermana de Orihuela-Alicante, a dirigirnos unas palabras.

Fue D. Victorio quién nombró a Luis Vicario General, y sé que ambos se querían mucho, que se llamaban a menudo…, por eso la imagen del viejo pastor llorando, ocupando el lugar que quince años antes había dejado, me emocionó y durante esos minutos pude reflexionar , rezar, sonreír y llorar... sobre todo llorar... soy de lágrima fácil, lo siento. Ya me gustaría a mí poder controlarlo y evitar así, alguno de los “espectáculos” que ya he montado en determinadas ocasiones.

Viendo la emoción de D. Victorio, vino a mi memoria la estampa de Jesús a la puerta del sepulcro de su amigo Lázaro. Jesús que lloraba lo resucita. D. Victorio llorando, supo imprimir en nuestro0s corazones esa esperanza de la resurrección que a todos nos espera.

Reflexioné también por un momento en la vida de los Obispos y sentí mucha pena. Los sufrimientos por los que tienen que pasar (alguien dirá que todo el mundo los pasa), sólo pueden verse recompensados el día en que el Señor les muestre su rostro en el cielo. El contraste entre la imagen que muchos tienen lo que es un obispo: poder, riqueza, buena vida, secretarios etc… y lo que realmente es su vida, provoca en mí la  misma   sensación  que cuando miro cara a cara a mi abuela: no sé lo que hacer por pagarle todo lo que ha hecho por nosotros, todos sus desvelos y preocupaciones con equivocaciones incluidas.

Me cuenta el Párroco de Ntra. Sra. de Gracia de Alicante que el mismo D. Victorio, al día siguiente de la toma de posesión de Mons. Palmero , le dijo con una gran sonrisa en los labios: “Ayer era todo. Hoy no soy nada”, refiriéndose evidentemente a lo que sólo los ojos del mundo pueden ver. Pero D. Victorio es mucho para mucha gente, así se vio en la Catedral de Albacete, que abarrotada, rompió en aplausos al terminar la intervención de este. Y es que Albacete y su clero quiere mucho a sus pastores, aunque en ocasiones lo disimule bastante bien.

Caprichos de la historia, que parecía empeñarse en marcar ese día del Clero, ese día de San Juan de Ávila en Albacete… por la mañana, en el tradicional encuentro del Clero diocesano, se presentó el Libro “ Cuando soy débil, entonces soy fuerte. D. Ireneo Pastor”, en una exposición dirigida por el propio autor D. Jesús Martín Gómez . Era un merecidísimo homenaje a D. Ireneo, segundo Pastor de Albacete, que gracias a D. Ciriaco Benavente , nos ha permitido conocer de primera mano al autor y a su obra.

Apenas terminaba el encuentro, y con la discreción que lo caracterizó en vida,  como si no hubiera querido interrumpir este hermoso homenaje, moría en el Hospital General  D. Luis Marín Navarro, Vicario General de la Diócesis... Se cerraba una etapa de 30 años, se pasaba una página  del breve libro de la historia de nuestra Diócesis.