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jueves, 19 de abril de 2012

IRENEO GARCIA ALONSO. "CUANDO SOY DEBIL, ENTONCES SOY FUERTE"


El pasado 14 de abril, los seminaristas de Albacete acudimos una vez más a la casa de D. Ireneo, nuestro Obispo emérito. Se ha convertido en una necesidad. Lo hemos comentado todos: ¿cómo es posible que un anciano enfermo, incapaz de hablar y moverse por sí sólo, pueda llenar tanto nuestros ánimos? ¿Qué sucede para que inevitablemente las lagrimas broten de nuestros ojos, cuando tomamos su débil mano y la besamos? Es un misterio, un gran misterio.

Se acusa a veces a los seminaristas en general de ser un poco “pelotas” y de “volverse locos” al paso de la sotana episcopal por lo que pudiera suceder en el futuro, pero en este caso no es así. En este caso no hay mitra, ni sello, ni báculo. No se ve el solideo, ni el pectoral… sólo su mirada. Esa mirada que de manera tan hermosa ha sabido describir Monseñor Francisco Cases en el libro “ Cuando soy débil, entonces soy fuerte”, un merecido homenaje a nuestro querido Obispo, del que un poco más adelante os hablaré.

D. Ireneo sólo puede mirar, y para nosotros es la mejor de las bendiciones cuando sus ojos se abren para saludarnos de la única manera que puede: mirándonos.

Su sencillo dormitorio… me gustaría que lo vierais: Cristo en la cruz, junto a Ireneo crucificado a su humilde cama. Su hermana nos decía: “ Cuando lo estoy aseando, miro a veces las cruz y pienso: dos crucificados”. Al frente de su cama, una pintura con el rostro de la Virgen María es el paisaje que contemplan sus ojos la mayor parte del día. Una sencilla mesita con un aparato de radio, con el que D. Ireneo se mantiene informado de todo lo que pasa en España y en el mundo a diario. Escucha la radio y se entera de todo. No tengo la menor duda. Si no entendiera o no escuchara no respondería como lo hace cuando, recién llegados nosotros, y a petición de su hermana que le dice: “Ireneo abre los ojitos, que han venido a verte”, sus parpados se abren de par en par.

No hace mucho alguien me decía: “ Más vale que se muriera, total… es un sufrimiento para él y para sus hermanas” y no le falta razón en la segunda parte, es un sufrimiento, pero para nada es algo inútil, para nada sus hermanas quieren que Ireneo se muera, ni nosotros sus seminaristas, que aunque tarde, hemos tenido la suerte de conocer a todo un santo.

En este último viaje hemos sabido que al enterarse nuestro Pastor del diagnostico de su enfermedad, sólo se le ocurrió decir: “Lo ofrezco todo por la Iglesia”, sabemos que esa Iglesia tiene para él un apellido: de Albacete.

El testimonio de su enfermedad, en la que sólo se le ha oído quejarse cuando el dolor ha sido insoportable, es un fiel reflejo de lo que fue su vida. Una anécdota simpática puede servirnos para conocer un poco más a fondo el carácter de D. Ireneo: un día, invitado a tomar café, no recuerdo muy bien si a una casa particular o a un convento, alguien se equivocó y cargó el del Prelado con dos o tres cucharadas de sal. Podéis imaginaros el sabor de aquella taza…. sin embargo D. Ireneo se lo acabó todo sin decir ni media palabra. Más tarde, la misma persona que se lo sirvió, corría a avisarle de que había confundido el tarro del azúcar. Ya era demasiado tarde….

Volviendo al libro del que os hablaba, he de confesar que es un auténtico surtidor de anécdotas y momentos como el que os acabo de narrar y de otros no tan simpáticos. Ha sido escrito por D. Jesús Martín Gómez, sacerdote de Toledo, el cuál ha tratado a D. Ireneo durante muchos años.

En las páginas de este hermoso homenaje, encontramos la biografía, fotografías y testimonios sobre su vida, tratado todo ello con suma elegancia y con un estilo que hace que uno se enganche a la historia con mucha facilidad.

De los muchos testimonios me gustaría destacar dos, además del de D. Francisco Cases que ya cité. Uno es el del médico que lo atendió y que reconoce que la enfermedad que se le diagnosticó (Parkinson), se vio acelerada por los múltiples sufrimientos que vivió D. Ireneo. Esto lo sabemos hasta los que aun no habíamos nacido.

Los problemas eran tan serios que D. Ireneo no pudo soportarlos. El objetivo no era hacer sufrir al Obispo, sino forzar una serie de cambios por los que D. Ireneo no estaba dispuesto a pasar , y no pasó. Hablamos por poner un ejemplo del celibato opcional del clero.

Todo esto sucedía en el amibiente postconciliar, en el que la recepción del Vaticano II en nuestra diócesis como en otras muchas, fue un auténtico “charco de ranas”. Algunos creyeron que lo que se anunciaba era un “borrón y cuenta nueva”. Tan mal se entendió, que, por poner un ejemplo, muchas de las pocas obras de arte y ornamentos que se salvaron de la Guerra Civil , desaparecieron a manos de los mismos sacerdotes. (he terminado ahora el estudio de los documentos del Concilio y no he llegado a encontrar el lugar donde dice: “quémense las casullas de guitarra y arranquense de cuajo retablos y púlpitos”)

También sé que aquellos lo hicieron porque creyeron que era lo que se les pedía, porque entendieron que ese aire fresco que entraba por la ventana del recién clausurado Concilio, era incompatible con los vetustos retablos y que había que quemar muchas de las antiguas ideas, las cuales creían apolilladas como los ornamentos.

Estas y otras muchas cosas hacían sufrir a nuestro Obispo, tan amante de la Iglesia que se le rompía el corazón cada vez que veía actuar a uno de sus hijos de forma incorrecta. Y convencido estoy que no dejó de amarlos, como convencido estoy también que ellos lo siguen queriendo… alguno me ha confesado personalmente que con el tiempo ha reconocido que las intenciones eran las mejores, pero que quizás las formas fallaron. Ya da igual. Creo que todos han sido capaces de perdonarse, si es que había algo que perdonar.

El otro testimonio que me ha gustado especialmente es el de nuestro actual Obispo Monseñor Ciriaco Benavente que hace un bellísimo repaso por la vida de D. Ireneo y cuenta la relación que con él mantiene.

Por último, y aunque esta entrada se alargue, no quiero dejar de agradecer a D. Jesús , autor del libro, la forma en que nos recibió en el despacho de su Parroquia de San Julián de Toledo. Poco tiempo tuvimos para hablar con él, pero suficiente para comprobar que quiere mucho a nuestro emérito. Tras invitarnos a volver con más tiempo, nos dedicó unos ejemplares del libro, del cual os recomiendo su lectura . Con su compra además estaréis colaborando con una obra buena.

Cuánto más conozco a los Obispos más los admiro y más respeto me suscitan. No entiendo como puede haber gente dándose cabezazos por la mitra, a ver quien la pilla primero.

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